El concierto empezó calentando la noche con impecable factura y continuaría con la adrenalina del público que crecía al igual que los flashes y coros. Sin discusión alguna, Frágil es una banda de culto que tiene un público fiel y cautivo que lo sigue a donde vaya, y Andrés como su histórico frontman no podía dejar fuera del set list en Trujillo a las clásicas: Pastas, pepas y otros postres, El Caimán y Av. Larco.
La madrugada llega, alumbra el fin de fiesta se acerca y, calles desiertas, hay soledad, largas botellas vacías ya… Después de éstos y otros conocidos temas de Frágil -luego de las presentaciones de rigor y los aplausos- los chicos de la Larco Band y el gran Andrés nos mostraron el amor por lo que hacen y ésta contagiosa energía hizo de la noche, llena de magia y arte; una difícil de olvidar para los asistentes.
Seguirían también los nostálgicos covers de Santa Lucia, Mil horas y Es por ti; temas que tendrían gran potencia, desenfreno y mucho Rock n´ Roll para cerrar con broche de oro esta visita. Andrés Dulude y la Larco Band nos dieron una cátedra en vivo de lo que la experiencia y el talento hacen al empuñar sus mejores armas en forma de una guitarra.
La mítica canción Av. Larco ya no le pertenece ni a Dulude, ni al grupo, sino a toda la gente que la ha colocado como ícono de rock peruano y que volvieron universal la idea de un viernes sangriento que hoy se repite cada noche en millones de lugares. El himno fue escrito por Andrés a los cazadores y seductoras de los años 70s y a la complicidad de la noche, en donde la juerga era a morir.
Gracias entonces, por transportarnos al paraíso de la música, por esa habilidad para componer, para contar tantos detalles de un solo hecho. Una resoluta idea aprendida de los legendarios Beatles, pues, al igual que sus canciones, las composiciones de su inacabable genio no tienen tiempo. Gracias también a la gran Larco Band encabezada por Aldo Geldres por iluminarnos con su talento noche a noche, y en especial muchas gracias a Avenida Larco, bar y buenos tiempos; por ser el lugar perfecto y convertirse en el templo musical que congrega a los fieles más fervorosos del Rock de los Ochenta, que como Av. Larco, son para siempre.