Hace unas semanas atrás, Andrés Dulude visitó una vez más la capital de la eterna primavera para regalarnos una noche de buen rock y compartir con nosotros sus experiencias en el convulsionado mundo de la música. Y no defraudó. El lugar elegido para este reencuentro con sus fanáticos sería en el ya mítico, Avenida Larco, bar y buenos tiempos; local siempre acogedor y nuevo gran proveedor de buena música a raudales para los ochenteros de corazón en nuestra taciturna y bohemia ciudad.
Una luz reflejaba, la modelo mirando a la nada, hoy es viernes sangriento aquí pronto habrá movimiento... Lo vivido aquella noche fue impresionante y muy emotivo, por lo que ésta crónica intentará remitirnos a ese momento exacto; en el que la música fue parte del aire que respiramos y fuimos cómplices de su genialidad y talento. Hoy no es viernes sangriento (es jueves aún pero su estadía se extendió para no contradecir la letra de su clásico, ya nuestro). Andrés lleva cómodas crocs, jeans clásicos, un polo oscuro, una gorrita roja del Milán de Italia y un canguro. Revisa detalle a detalle todo para su presentación apenas llega a nuestra ciudad. Nada parece escapar de su profesional oído… Cazadores vienen y van, buscando sus presas por la ciudad, motores rugientes en pleno estan, llegan a Larco a manifestar.
Como a todos, el tiempo le ha pasado factura. Se ha rapado la cabeza y muestra algunas arrugas en el rostro; sin embargo, aún mantiene el semblante de un roble, algo más que suficiente para ser considerado un verdadero dinosaurio del Rock. Uno que escucha, que aconseja, que comparte y que no tiene poses de divo. Un maestro con todas sus letras.
Hay algunos que fallan, otros que no se mandan, es cuando se deciden, el río ya no trae agua… Dulude es una leyenda. Punto. Lo escuchan (y lo seguiremos haciendo) generaciones desde hace buen tiempo. El punto crucial de la carrera de este gran rockero y su banda, fundada en 1976, es el atrevimiento, el mismo que mostraron al grabar el primer vídeo de rock que se hizo en el Perú. Se trata de la, tantas veces escuchada, Avenida Larco. Ese mismo genio y atrevimiento lo (de)mostró Dulude con creces aquí.
La banda invitada para acompañarlo no podía ser otra que la Larco Band. Y es que, la voz principal de nuestras noches ochenteras en Trujillo, el gran Aldo Geldres y el maestro Dulude tuvieron mucha química en el escenario; los muchachos tocaban con una fuerza contagiante y el respetable no dejaba de aplaudir. En lo personal, creo que es muy emocionante ver que uno de tus ídolos venga, te salude y aconseje en los ensayos previos a su presentación con tanto aprecio y humildad, que lo hace parecer un sueño. Por eso Andrés es digno de todo nuestro respeto, no sólo como artista sino también como persona...
CONTINUARÁ...